lunes, 15 de noviembre de 2010

Un bonito día de verano

Era un bonito día en Ribadesella.
Mi amiga y yo patinábamos por el irregular camino de piedra.
El sol brillaba con fuerza, y una cálida brisa acariciaba nuestros rostros cuando ganábamos velocidad.
Un delicioso aroma a barbacoa salía del jardín de un chalet anexo a la playa.
Esa playa en la que dos amigos nos esperaban, montados sobre sus bicicletas. Cuando les alcanzamos, el calor era insoportable, pues ya no disfrutábamos de la sombra que las palmeras nos ofrecían anteriormente.
Llevábamos el bañador puesto debajo de las camisetas de tirantes y los pantalones cortos.
Junto a la playa, descansaba el monumento del Habana, la proa de un bonito barco con pequeñas escaleritas a los lados.
Las escaleras eran de un cemento liso y se sumergían un metro en la ría del Sella.
El agua era tentadora.
Finalmente, decidimos descalzarnos y bajar dos o tres de los escalones sumergidos.
Fue el mejor día del verano.


Carmen Rodríguez García

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