La vida me castiga. No sé si tiene razones o no para hacerlo, solo sé que lo hace, me hace daño continuamente. Nadie imagina cuan difícil es estar lejos de la persona que te completa. Tener la necesidad de sentir sus brazos rodeándote, de sentir sus labios junto a los tuyos, de oir bien bajito al oído las cosas bonitas que te puede decir. Nadie imagina cuan difícil es sentir esa necesidad y no poder calmarla. Y llorar. Llorar en la soledad de tu habitación. Esa habitación que está vacía cuando realmente adoraría que estuviese llena de ti, de tu olor, de tu presencia. Esa habitación que es el palco de todas nuestras conversaciones, de todas las sonrisas que ofrezco continuamente a mi ordenador cuando tu estás al otro lado recordándome que continuas ahí, día tras día, amándome aún sabiendo la distancia que nos separa físicamente. Nadie imagina cuan difícil es. Pero también no hay nadie capaz de imaginar la inmensidad que esto ganó; el enorme tamaño que este sentimiento ganó poco a poco; este amor que alimentamos día tras día, tu y yo, nosotros.
Desirée Monteiro
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