Suena tu macabra risa a modo de despertador. Debe ser un delirio porque hoy puedo saltar a la comba con los ojos cerrados, balancearme al ritmo de la melodía de tus miradas e irrumpir en tus clases de moral para criticar tu forma de ver la vida.
Verdaderamente es un delirio de grandeza, de que si te quiero, de que si te odio, de que es que la vida es muy difícil para alguien con dieciséis.
Balanceo a la derecha, balanceo a la izquierda…
Qué raro encontrar el placer en algo tan simple como el balanceo que produce la melodía… Tan banal y simple como caminar bajo la lluvia o una taza de café caliente mientras miras por la ventana. Casi igual a la sensación de bailar al filo de un precipicio. Un éxtasis de pensamientos sobre el color de tus ojos, y como objetivo final aprovechar al máximo cada subida de felicidad.
El caos y la incoherencia, por si no lo he comentado, eso es lo que provoca en mí tu risa al despertar. Me descoloca y me pierde, hace que cada palabra que diga parezca desligada de la anterior, como si cada una de las palabras quisiese ser la única que tú leas al ver esto, como si cada una quisiese ser tu más preciado tesoro y pasar a formar parte de tu libreta, de tu diario, de tu boca… Pero no me importa nada de esto, porque, ¿qué más puedo pedir que cada mañana al llegar a esa clase pueda ver tus ojos?
Miguel Bayod
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