Comencé a
llorar, como él me hizo llorar días anteriores. En sus ojos leí que estaba
arrepentido y que no quería perderme. Pero era demasiado tarde. Me quedé
mirando sus labios ansiado que dijese algo que pudiera cambiar mi mundo en ese
momento. Nada y como la nada nos fuimos, un último abrazo de esos eternos.
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