Las luces se van apagando
y todo a mi alrededor se desvanece.
Una sensación distinta a cualquiera
que haya sentido antes me invade.
Encuentro un brillo que procede de la
bombilla
que hace cinco segundos estaba
encendida.
Oigo un suspiro y cierro los ojos para
concentrarme.
De pronto, algo se activa.
Mi piel se eriza y mil folios
empiezan a volar por el aire.
Un río aparece a mi derecha
enseñándome
el verdadero significado
de sentir la sobria presencia
de lo que no vemos.
Camuflada en cien sueños, lo encuentro.
El rio se está quedando sin cauce.
Las luces se encienden.
Y como no podía ser de otra forma,
tú estás ahí.
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