
Según pasaban los días era peor, cada vez me encontraba más agotada, notaba como la vida se me iba de las manos, y cada día que pasaba mi edad aumentaba dos años, y cada día me enfrentaba a la muerte, y llegó el día, 23 de agosto, el día en el que realmente descansé de verdad.
Creo que debemos de atribuir un gran mérito a todas esas personas que viven esta terrible enfermedad y aún así siguen adelante con sus vidas, y también dar las gracias a todas aquellas personas que hacen que el cáncer sea cada día un poco mas curable.
Carmen Turiel
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