Las ruinas de un corazón
muerto. Las ruinas de lo que fuimos. De lo que nunca volveremos a ser.
Siempre fuimos de huir
de la multitud. De ir a nuestros escondites y de no contestar preguntas. No nos
atrevíamos a mirarnos a los ojos. Porque sabíamos que si lo hacíamos
acabaríamos teniendo que admitir lo que siempre negábamos: tu y yo en esos
momentos juramos ser eternos. Por muy
rotos que estemos, por muchas ruinas que queden.
Por mucho que nos empeñemos en negar lo
evidente. Ya no hay nadie que nos apague la música. Ahora, ven y baila conmigo.
Hasta que se apaguen las luces. O hasta que nos sigan.
Paula Alonso
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