domingo, 26 de junio de 2016

MIENTRAS EXISTA

Como si de un simple sueño se tratara; como si tan solo un segundo o como si el sonido mínimo de una melodía nos pudiera hacer entender. Entender todo esto que nos rodea, todo esto que inevitablemente nos sobrevuela y nos llena y consume simultáneamente. Todo lo que nos bloquea o todo aquello que nos empuja y nos impulsa. Como si las insignificantes y minúsculas acciones o palabras nos hicieran contemplar con realidad las sombras y enigmas que nos rodean. Como si en lo arcaico consiguiéramos ver la grandeza de lo reciente. O como si sencillamente, un vacío nos abriera las puertas a la desesperación.
A través del tiempo y contra todo tipo de vicisitudes, luchamos como fieros guerreros, enfundados en trajes imaginarios, con armas insultantemente irreales. Nos empeñamos, así pues, en robarle tiempo al tiempo, mientras él, sin remordimientos ni pausa, nos arranca nuestra débil existencia e inocencia, dejándonos desnudos ante el frío de la noche. Y mientras esto nos atañe y esclaviza, mientras aún sintamos las gélidas bocanadas de la soledad o la pujanza de la vida tras nuestra espalda; mientras con ánimo pusilánime o desgarrada alegría avancemos en este tortuoso y largo camino de rosas con espinas, o prosigamos con marcada lealtad contra todo tipo de pronósticos, aventurándonos a peligros innumerables o a decepciones inevitables, intentando no caer en las asechanzas de impostores perversos; y mientras sigamos con la cabeza levantada, la mirada fija al frente y la fuerza en las entrañas, habrá esperanza. Porque aún quedarán guerreros y almas luchadoras. Almas guerreras que lidiaran contra el arcano de la vida y la duda de la muerte. Que no cejarán en su empeño de no ser una tumba más, en un cementerio más, entre mil lápidas más. Apaciguarán con su letanía, la sed y el hambre de la incertidumbre o anhelarán ser los vencedores en un campo de batalla impasible. Hallarán consuelo en los abrazos cálidos y fuerza e inspiración en el brillo furtivo de los ojos de sus enemigos. Contra todo augurio, romperán las normas impuestas, establecidas con modesta y oculta crueldad, con una leve pizca de cobardía por aquellos astutos temerosos de lo diferente e inconfundible.
No importa cuán cruenta sea la batalla, cuán dura la caída y cuán vertiginosa la decepción, porque siempre, siempre con el corazón en la mano y la mirada en el mundo. Siempre con un escudo firme en la batalla sin gozar, ni tan siquiera, de un segundo de descanso o de consuelo. Porque mientras existan ojos que derramen lágrimas saladas y frías, mientras un beso sea usado como un arma de engaño o un abrazo como la peor llave de “judo”; y si entonces, un bolígrafo escribe sin pausa ni descanso guiado por una mano sabia o alguien rechaza la sensación de un fogoso instante de felicidad; mientras broten en la oscuridad retazos de claridad fugaces, como los sueños de los niños, o si, a pesar de todos los remedios, habientes y por haber, aún sigue persistiendo con grotesco frenesí una pesadilla…; mientras a pesar de las tradiciones una promesa se rompe en mil añicos o mientras un espejo roto por la imagen no deseada corta con sus pedazos las venas de una vida; mientras a pesar de la alegría la sombra nos engulla… Y mientras todo esto suceda a nuestro alrededor, aún quedarán batallas por librar. Aun quedará la contienda del día al día. Y entonces lucharemos contra los misterios y las dudas que nos conmocionan o nos afectan. Caminaremos por fríos senderos, sintiendo a cada paso que se nos congelan las entrañas. Amaremos sin reparo, entregando ciegamente nuestro corazón a roturas y fracturas múltiples e infinitas. Veremos en lo eterno un disfrute de hipnotizaje, y apreciaremos cada error cometido o cada piedra golpeada. Podremos elegir entre proseguir a lo convencional o mostrar y conquistar a través de lo peculiar. Dejarnos gobernar por la opulencia excesiva o por una humildad callada, silenciosa y remilgada. Podremos coser los sueños deshilachados o quemar las cenizas ya consumidas por el fuego. Podremos ignorar aquello que nos duele, o también nos dejaremos llevar por la mentalidad suicida, viendo en ella una especie de liberación egoísta. Tratar con encono o apatía o apego cálido y amable, o todo ello mezclado en un complot de sentimientos e ideales. Sudando, como si no hubiera un mañana certero, a cada batalla librada. Escuchando en nuestros oídos una firme balada de esperanza y aliento, nuestro gran amigo. Nuestro empeño no cesará y nuestro deseo de no fenecer en vano nos impulsará con esfuerzo y esmero. Con palabras insulsas o frases mediocres o con erudita palabrería y oraciones elaboradas expresaremos y gritaremos los sentimientos más ardientes o los más dolientes. Con obstinada firmeza escudriñaremos cada rincón de nuestra vida, no siempre pudiendo descifrar el sigilo de esta. Atravesando cada etapa de nuestra brevísima existencia con el temor acuciante de la muerte y la duda del presente. Con el miedo de una puerta que se cierra o de un contrato que expira, un beso que termina o una mirada que asesina. Capaces de acariciar con suavidad, delicadeza y ternura, pero también golpear con furia, intensidad y salero. De trasplantar un corazón, sanarlo por completo; pero, también romperlo y exprimirlo sin apenas despeinarnos.
Y es que con este simple órgano lo sentimos y vivimos todo. Y por ello, y a pesar de ello, mientras existan ojos que vigilen con prudencia, oídos que escuchen con esmero, narices que intuyan en lo invisible, bocas que griten consuelo… y mientras existan personas que me entiendan y apoyen.
Y mientras todo esto exista, yo seguiré escribiendo, yo seguiré sintiendo, yo... Seguiré viviendo.

Patricia F.

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