Hoy quiero ser más
sincera que nunca... quiero escribir en un trozo de papel todo aquello que me
invade, todo ese sentimiento que me ignora. Hoy quiero parecerme más, a esa
niña que en su día, regalaba la felicidad a cualquier persona, aunque la
hubieran fallado, ella, siempre sonreía, siempre encontraba la manera de volar
en los brazos de los demás. Ella tenía el don de transmitir vida, de aconsejar
a los muertos, a aquellos que sufrían. Todo era tan fácil que conseguía sacar
un pedacito de ella y dárselo a otra persona, compartía su vida y tenía mil
razones para vivirla. Y es hoy cuando me pregunto, donde habrá quedado esa
niña. Donde se le olvido la sonrisa y quien le quito la esperanza. Ahora la
vida se le complica, no todo va sobre ruedas, tiene pequeños y a veces grandes
baches que le complican el camino. Pero hay una cosa, que la vida no le ha
quitado todavía. Las ganas... si las ganas, de seguir hacia adelante, o quizás
de volver hacia atrás. Pero está estancada, se encuentra perdida y... al buscar
ayuda, no la encuentra. Claro, no hay nadie como ella, ella llegaba sin que tú
se lo pidieras y te enseñaba a quererte un poco más, aunque nadie más lo
hiciera, ella aparecía antes que nadie para decirte, que la vida es un
regalo tan grande, como llegar a la luna sin cohete. Ella llegaba sin el, ella
volaba, imaginaba,
sentía... Era feliz, tanto que no se daba cuenta de su entorno,
de que en el mundo, también había malas personas, adictivas drogas, sonrisas
falsas y lágrimas impuras. Empezó a querer menos, a sentir cada vez mas poco y
a valorarse en cantidades escasas. Tan escasas que se le empezó a secar la
garganta cada vez que se veía agobiada. Se le cruzaron los cables. Nunca fue su
culpa, fue la madurez lo que le hizo cambiar, y darse cuenta de que a veces, no
todo es lo que parece, que no todas las personas son lo que aparentan ser, que
ni ella misma lo era. Empezó a preocuparse porque nadie la quisiera, y buscaba
y buscaba a una persona, que sintiera lo mismo que ella. A un persona que
supiera querer como lo había hecho ella. Al no encontrarla, dejo de hacerlo
ella. Dejo de confiar, de creer... pero hoy, está más segura que nunca, que
algún día volverá a disfrutar de todo aquello que la hacía grande, volverán a
gritar que no hay nadie como ella y que sus abrazos eran los más seguros que
había en el mundo, volverá a enamorarse aunque la hayan jodido de tal manera
que le cueste levantarse por las mañanas. Volverá a reír tanto que se quedara
sin aliento para decir que está orgullosa de ser ella misma. Volverá a llorar
lagrimones... de estos que bajan por las mejillas a dos mil por hora y piensas
que jamás van a parar. Volverá a ser ella, y yo lose, porque yo, volveré a ser
yo.
Nunca tuvo
paciencia, no era capaz de esperar, no sabía cómo avanzar despacio. Ella era más
de dar zancadas aunque sus piernas no fuesen lo suficiente largas como para
cruzar a la acera de enfrente. Las daba y no se cansaba, no se rendía. Tenía
siempre una maravillosa idea para cambiar un poco el mundo, se sabía el
significado de felicidad sin un diccionario en sus manos y cada sonido que
escuchaba le transmitía una nueva pregunta que siempre acababa resolviendo. Sus
dudas, la cautivaban para seguir aprendiendo, de sí misma o de otros, cada día
su cabeza guardaba algo nuevo, y su corazón sentía un poco más.
Marina O.
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