domingo, 26 de junio de 2016

HOY...

Hoy quiero ser más sincera que nunca... quiero escribir en un trozo de papel todo aquello que me invade, todo ese sentimiento que me ignora. Hoy quiero parecerme más, a esa niña que en su día, regalaba la felicidad a cualquier persona, aunque la hubieran fallado, ella, siempre sonreía, siempre encontraba la manera de volar en los brazos de los demás. Ella tenía el don de transmitir vida, de aconsejar a los muertos, a aquellos que sufrían. Todo era tan fácil que conseguía sacar un pedacito de ella y dárselo a otra persona, compartía su vida y tenía mil razones para vivirla. Y es hoy cuando me pregunto, donde habrá quedado esa niña. Donde se le olvido la sonrisa y quien le quito la esperanza. Ahora la vida se le complica, no todo va sobre ruedas, tiene pequeños y a veces grandes baches que le complican el camino. Pero hay una cosa, que la vida no le ha quitado todavía. Las ganas... si las ganas, de seguir hacia adelante, o quizás de volver hacia atrás. Pero está estancada, se encuentra perdida y... al buscar ayuda, no la encuentra. Claro, no hay nadie como ella, ella llegaba sin que tú se lo pidieras y te enseñaba a quererte un poco más, aunque nadie más lo hiciera, ella aparecía  antes que nadie para decirte, que la vida es un regalo tan grande, como llegar a la luna sin cohete. Ella llegaba sin el, ella volaba, imaginaba,
sentía... Era feliz, tanto que no se daba cuenta de su entorno, de que en el mundo, también había malas personas, adictivas drogas, sonrisas falsas y lágrimas impuras. Empezó a querer menos, a sentir cada vez mas poco y a valorarse en cantidades escasas. Tan escasas que se le empezó a secar la garganta cada vez que se veía agobiada. Se le cruzaron los cables. Nunca fue su culpa, fue la madurez lo que le hizo cambiar, y darse cuenta de que a veces, no todo es lo que parece, que no todas las personas son lo que aparentan ser, que ni ella misma lo era. Empezó a preocuparse porque nadie la quisiera, y buscaba y buscaba a una persona, que sintiera lo mismo que ella. A un persona que supiera querer como lo había hecho ella. Al no encontrarla, dejo de hacerlo ella. Dejo de confiar, de creer... pero hoy, está más segura que nunca, que algún día volverá a disfrutar de todo aquello que la hacía grande, volverán a gritar que no hay nadie como ella y que sus abrazos eran los más seguros que había en el mundo, volverá a enamorarse aunque la hayan jodido de tal manera que le cueste levantarse por las mañanas. Volverá a reír tanto que se quedara sin aliento para decir que está orgullosa de ser ella misma. Volverá a llorar lagrimones... de estos que bajan por las mejillas a dos mil por hora y piensas que jamás van a parar. Volverá a ser ella, y yo lose, porque yo, volveré a ser yo.
Nunca tuvo paciencia, no era capaz de esperar, no sabía cómo avanzar despacio. Ella era más de dar zancadas aunque sus piernas no fuesen lo suficiente largas como para cruzar a la acera de enfrente. Las daba y no se cansaba, no se rendía. Tenía siempre una maravillosa idea para cambiar un poco el mundo, se sabía el significado de felicidad sin un diccionario en sus manos y cada sonido que escuchaba le transmitía una nueva pregunta que siempre acababa resolviendo. Sus dudas, la cautivaban para seguir aprendiendo, de sí misma o de otros, cada día su cabeza guardaba algo nuevo, y su corazón sentía un poco más.


Marina O.

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