martes, 20 de marzo de 2018

La tortuga voladora



Juan siempre había sido un niño muy inquieto y con mucha imaginación. Por eso, cuando sus padres decidieron regalarle una pequeña tortuga en su cumpleaños, se sintió un poco defraudado.

-       Qué animal más aburrido, pensó.

   Tal fue su decepción que pasaban los días y ni siquiera se ocupaba de darle de comer y, mucho menos, de cambiarle el agua del recipiente donde se encontraba.

   Así pasó un largo tiempo y la tortuga, a la que llamaron Luna, se fue haciendo mayor, y su vistoso caparazón llamaba la atención de todos los visitantes de la casa.  Sin embargo, Juan pasaba el tiempo libre jugando en su habitación o por los diversos lugares de la casa, sin prestarle la más mínima atención.

   Como ya se acercaba el verano, sus padres empezaron a planificar las vacaciones, con la intención de realizar un viaje cultural por algún país extranjero.

   Que si las pirámides de Egipto, que si las ruinas griegas,… A Juan  le parecía que iban a ser unas vacaciones muy poco divertidas y, encima, sin poder jugar con sus amigos del barrio ni poder salir a montar en bicicleta todos juntos.  Hasta le quitaba el sueño por las noches.  

    Una de ellas, al no poder dormir, decidió levantarse y dar un paseo por la casa. Al llegar a la cocina, mientras pensaba en voz alta lo mal que lo iba a pasar, sintió como alguien le llamaba. Pero él no veía a nadie. Siguiendo la voz, se llevó la sorpresa de su vida: Luna, la tortuga, hablaba.

-       Tengo la solución para tu aburrimiento, le dijo.
-       ¿ Qué me propones ?, contestó Juan.
    
   Luna le explicó que no sólo podía hablar, sino que también era capaz de volar. Así que le propuso visitar diferentes ciudades y pueblos mientras sus padres dormían.  A Juan le pareció una buena idea y decidieron que la primera excursión sería esa misma noche a Roma.

   Maravillosa excursión, le pareció; aunque algunas construcciones  eran de piedra y parecían muy viejas y que estaban a medio caer.

   En muy pocos días, Juan conoció muchas ciudades de diferentes países; de tal forma que cuando sus padres volvieron a hablar sobre las vacaciones, él dio su opinión: lo mejor era  ir a Paris.

   A sus padres les sorprendió, pero no les pareció mala idea. Pensaron que no era una mala idea, ya que se trababa de una ciudad llena de museos y monumentos, con una gran tradición cultural, decían.  Lo que no sabían era que allí también estaba el parque de atracciones de Disney…       

  Óscar Fdez. Tomé 
  Edad: 10 años


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