Juan siempre había sido un niño muy inquieto y con mucha imaginación. Por eso, cuando sus padres decidieron regalarle una pequeña tortuga en su cumpleaños, se sintió un poco defraudado.
- Qué
animal más aburrido, pensó.
Tal fue su decepción que pasaban los días y ni siquiera se ocupaba de
darle de comer y, mucho menos, de cambiarle el agua del recipiente donde se
encontraba.
Así pasó un largo tiempo y la tortuga, a la que llamaron Luna, se fue
haciendo mayor, y su vistoso caparazón llamaba la atención de todos los
visitantes de la casa. Sin embargo, Juan
pasaba el tiempo libre jugando en su habitación o por los diversos lugares de
la casa, sin prestarle la más mínima atención.
Como ya se acercaba el verano, sus padres empezaron a planificar las
vacaciones, con la intención de realizar un viaje cultural por algún país
extranjero.
Que si las pirámides de Egipto, que si las ruinas griegas,… A Juan le parecía que iban a ser unas vacaciones muy
poco divertidas y, encima, sin poder jugar con sus amigos del barrio ni poder
salir a montar en bicicleta todos juntos.
Hasta le quitaba el sueño por las noches.
Una de ellas, al no poder dormir, decidió
levantarse y dar un paseo por la casa. Al llegar a la cocina, mientras pensaba
en voz alta lo mal que lo iba a pasar, sintió como alguien le llamaba. Pero él
no veía a nadie. Siguiendo la voz, se llevó la sorpresa de su vida: Luna, la
tortuga, hablaba.
- Tengo
la solución para tu aburrimiento, le dijo.
- ¿
Qué me propones ?, contestó Juan.
Luna le explicó que no sólo podía hablar, sino que también era capaz de
volar. Así que le propuso visitar diferentes ciudades y pueblos mientras sus
padres dormían. A Juan le pareció una
buena idea y decidieron que la primera excursión sería esa misma noche a Roma.
Maravillosa excursión, le pareció; aunque algunas construcciones eran de piedra y parecían muy viejas y que
estaban a medio caer.
En muy pocos días, Juan conoció muchas ciudades de diferentes países; de
tal forma que cuando sus padres volvieron a hablar sobre las vacaciones, él dio
su opinión: lo mejor era ir a Paris.
A sus padres les sorprendió, pero no les pareció mala idea. Pensaron que
no era una mala idea, ya que se trababa de una ciudad llena de museos y
monumentos, con una gran tradición cultural, decían. Lo que no sabían era que allí también estaba
el parque de atracciones de Disney…
Óscar Fdez. Tomé
Edad: 10 años
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