Todo lo que me queda al final es
la música, siempre. La música y mi gata.
Todos los días escucho música.
Mucha música. Me pasaría horas y horas y horas y horas escuchando música.
Una canción y otra y otra y otra…
o simplemente una que se repite y se repite y se repite…
La música es lo más bonito que he
conocido después de mi madre y mi gata.
La música es yo. La vivo. LA
VIVO. Es mi gasolina. Me apoya cuando ni merezco un abrazo, me abraza cuando es
lo que necesito pero no quiero pedir. Me hace saltar cuando ni me puedo
levantar. Es alguien que existe y no a
la vez, que cuando lloro está conmigo, nos tumbamos en la cama y me deja cerrar
los ojos, me deja llorar mientras me sostiene para que no me hunda más.
La música me da fuerzas cuando ya
no queda nada. Me saca más sonrisas que nadie.
De la música me sale todo. Somos
ella y yo. Las dos a la vez.
La música es mi vía de escape, mi
amor, mi todo, y todavía hay gente que se atreve a cuestionarlo.
Que lo deje, dicen. Que no
llegaré a ningún sitio, que no valgo para ella…
¿Qué sabrán?
¿Qué sabré?
Nada.
La mayoría de seres humanos
quieren encontrar al amor de su vida, sea rico o no, sea guapo o feo, se alto o
bajo ¿no?
Pues yo ya he encontrado al mío,
aunque suene muy cursi se llama Música, y ahora quiero estar con ella.
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