Hiptnotízate.
Sé tu propio infierno y
rompe las entradas al cielo;
aquel sitio es sencillo estudiarlo desde
aquí abajo.
Desde donde nos perdemos
tratando de encontrarnos frente a un
espejo.
Desde donde mordemos
en lugar de mordernos la lengua.
Desde donde ponemos nuestras vidas en
espera,
si;
en espera de recibir la aceptación ajena.
Ignoramos que la palabra querer
es como intentar rellenar una prenda de
talla XL
con un sentimiento vacío.
Vacío como nosotros;
mentes encarceladas,
libros cerrados,
miradas perdidas alumbradas por una
pantalla...
Una pantalla deseosa de iluminar a jueces
sin juicio.
Cuerpos sometidos a perfectas
perspectivas
inconscientes de que la única perfección
ya viene de fábrica defectuosa.
Defectuosos como los vasos agujereados
que pretendemos colmar con gotas de agua
turbia.
Como la necesidad de alguien que cree
depender de una sonrisa forastera
para que sus días adquieran esperanza,
para que sus días no carezcan de sentido.
Y qué sinsentido nuestros pasos,
ignorando que caminamos con los pies
anclados.
Que nos miramos con los ojos cerrados,
demostrando que no hay mas muerto
que aquel decidido a vivir cansado,
influenciado.
Destinados a ocupar una lápida más,
a deshabitar un sitio menos.
A cubrirnos de polvo,
a hacernos polvo,
a malbaratar polvos.
Malgastar el tiempo y los contratiempos,
Haciendo del reloj nada más que tres
agujas,
haciendo de nosotros nada más que mil
complejos.
Complejos alimentados por el
desconocimiento.
Por la manera de eludir a la muerte su
tarea
de acercarse a nosotros
y ser nosotros quienes nos aproximamos a
ella.
Quienes no somos útiles ni para reciclar
excepto que seamos capaces de disparar
con el corazón cerrado.
Cerrado como el asunto de jurar
continuamente con los dedos cruzados.
Cruzados como nuestros brazos
ante la situación de percibir un eco de
quienes parecen suplicar ayuda
sin siquiera merecerla.
Incapaces de solfear todo el pentagrama
sin esperar que una ligadura nos haga
sonar más fuerte,
ineptos a destacar como una breve corchea
sin creernos a posteriori ser la clave de
sol.
Pues, por ser,
tan sólo somos absurdas historias
a la espera de que nos titulen.
Sin ser capaces de apretar el pedal
olvidando capítulos arcaicos
ni dejar de perturbarnos por las pérdidas
en ved de hacerlo por abandonarnos.
Pero más absurdo es que,
quien haya escrito esto,
se de cuenta al finalizarlo
de que aún no se ha encontrado.
Aurora C.
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