Llega, me ilusiona y se va. Llega, me ilusiona y se va.
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio. Con
pequeñas dosis de felicidad que me da y me quita. Todo a su antojo. Sin pensar
en mí, sin importarle lo que siento. Qué egoísta ¿verdad?
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio. Siendo el
juguete de una persona que me quiere a ratos. Siendo una más para su colección.
Porque, joder, ella es guapa de cojones. Y lo sabe. Y yo sé que cualquiera se
quedaría enganchado de sus rasgos, de su cuerpo... Eclipsa al sol y eso no lo
hace cualquiera, Es guapa y lo sabe. Pero si la conocieseis entenderíais que es
hermosa. Y que es difícil, que tan pronto es invierno como es verano. Y que es
adictiva. Que engancha más que cualquier vicio. Si la conocieseis entenderíais
que su físico es lo menos importante.
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio. Haciendo
de colchoneta para que no se hunda y, al mismo tiempo, hundiéndome yo. Que
tonta ¿verdad?
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio.
Queriéndola con todo mi ser. Porque le prometí que la querría siempre, hasta el
último día. El último día de qué o de quién. No sé. Solo sé que desde que la
conozco no la he dejado de querer en ningún momento. Y mira que hemos tenido
días malos y enfados. Pero sin ellos no seríamos lo que somos ahora. Nada. Y he
seguido ¿por qué? No lo sé. Supongo que porque a las veces en las que me ha
hecho sentir única les doy mucha más importancia.
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio.
Sobreviviendo gracias a recuerdos. Sonriendo gracias a simples te quieros
porque las personas necesitamos oírlos. Necesitamos que nos lo demuestren por
miedo a que llegue el día en el que ya no lo sientas.
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio. Poniéndola
de diosa para arriba. Es más, creo que los dioses se enfadan con ella cuando
sale. Y los semáforos siempre se ponen en rojo cuando ella llega para poder
admirarla.
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio. Olvidaros
de todo, no eclipsa al sol, no es una diosa, no es tan especial. Es del montón.
Un mortal más.
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio.
Convenciéndome de que es perfecta cuando no lo es. ¿Qué es la perfección? No lo
sé. Pero estoy segura de que ella, no. Ella es imperfecta. No tiene el pelo
larguísimo, no tiene ese hueco entre las piernas, no tiene unos pechos de
escándalo ni unas caderas diminutas. Ella es imperfecta.
A estas alturas ya os habréis dado cuenta de que todo lo que he
dicho no tiene demasiado sentido. Ella se lo ha llevado todo. Y, aunque ha
vuelto a llegar y a ilusionarme, esta vez no he sentido el zoo en el hígado.
Y vuelvo a escribirla. No sé lo que le quiero decir. Quiero que
venga siempre, que me ilusione y que se vaya si quiere, pero que vuelva
después. Porque creo que nunca podré decirle adiós. Porque sé que hay miles de
cosas en este mundo que me recordarán que la conocí. Que me enamoré como una
estúpida. Que la quise como nunca quise a nadie. Que me arriesgué más de lo
debido. Y que me quedé con las ganas de poder besar sus labios.
Quiero que llegue, me ilusione y se vaya. Porque no quiero
olvidarla. Porque no sé por donde se empieza pero sí sé como termina. Acaba
siguiendo mi vida sin ella. Y no quiero.
Así que si alguna vez os cruzáis con ella, decidle que vuelva a
ilusionarme. Que vuelva. Que no me deje sola. Que todo está muy oscuro sin
ella. Que no ha dejado de ser mi estrella. Que me sigue guiando. Que la sigo
viendo. Que sigue brillando.
Decidle que la quiero.
Elena B.
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