viernes, 11 de diciembre de 2015

EL DON DE LA MAGIA

Yo creo sinceramente en la magia. De hecho, yo nací en un mundo mágico, rebosante de tal fenómeno. Nací en un mundo con magia, en un tiempo y momento fetén.
Hay momentos, instantes, palabras, miradas, sentimientos, personas… Que me inspiran y me hacen creer en la magia. Hay desgracias, aberraciones, maldades, obstáculos… Que me hacen confiar en que la magia se encargará de acabar con ellos. Hay corazones que laten mil veces por segundo porque sienten y rebosan vida y esperanza, que me producen una sensación de la más absoluta magia. Hay magia en los rincones más recónditos, en los lugares más escondidos, en las inmediaciones de las cosas y en el interior de ellas.
Yo nací en un lugar mágico. Donde puedes ver el brillo de la esperanza, a pesar de la maldad existente, en los ojos de quienes te quieren. Donde puedes ver niños jugando como si su infancia e inocencia jamás les fuera a abandonar. Donde los pequeños detalles marcan la diferencia entre lo común y lo óptimo. Donde una sonrisa es el símbolo de arte más bello. Donde una caricia abre más corazones que rosas la primavera. Donde una promesa te mantiene en pie hasta en las más cruentas y sangrientas batallas. Donde padres bondadosos arriesgan su futuro por el presente de sus hijos. Donde las risas son la mejor canción que puedes escuchar, más bella incluso que la quinta sinfonía de Beethoven. Donde los vasos siempre están medio llenos y jamás se pueden vaciar. Donde los obstáculos se superan, atravesando las barreras que te impongan. Donde una mirada vale más que mil palabras alborotadas. Donde la juventud se entremezcla con la emoción de la madurez, y la expectación de la vejez. Donde el fin de las cosas se traduce por el comienzo de nuevas. Donde una mano alzada al viento, muestra señal de respeto, de victoria, de fortaleza, de firmeza, de magia… Donde yo, y tantos otros y otras como yo, podemos vivir viendo la magia sembrando felicidad y serenidad.
Es curioso como este fenómeno anda con modestia por el mundo. No se deja ver muy a menudo, es cierto, pero cuando lo hace lo sentimos, lo experimentamos, e incluso, lo apreciamos. Es curioso como muchas de las cosas que nos rodean tienen un halo de magia, que apenas percibimos. Es curioso el efecto que provocan algunas menudencias y ridiculeces, aparentemente insignificantes, pero que valen más que un acto o una obra grandiosa y exuberante.
A veces, envidio su poder. La capacidad de hacer realidad cosas aparentemente inconcebibles, envidio su generosidad y su efecto. Envidio no ser maga para poder dominar con destreza el efecto de la magia. Envidio no ser magia para poder encandilar a magos al hermoso mundo de la fantasía. Envidio a los pequeños niños, los únicos capaces de ver la magia de las cosas. Quizá los ojos de los más pequeños vean destellos de magia en las cosas que los adultos y mayores no podemos percibir… Quizá ellos sean las almas puras que gobiernan secretamente la magia, y quizá nosotros seamos los ciegos, condenados a examinar todo con obstinada y fría seriedad. Quizá esto sea así, y quizá estemos perdiéndonos lo mejor que sucede a nuestro alrededor.
Hay pocos magos en el mundo, escasos e inusuales; los únicos capaces de vislumbrar la diferencia. La gente se empeña en no sentir ni ver la magia, pero ¿sabéis qué? Yo sí la veo y me siento terriblemente afortunada. Por eso, doy las gracias a los dioses, si es que existen; a los ángeles, si es que me protegen, o a la suerte, si es que me sonríe, por poseer este inusual y sublime don. El don de ser capaz de ver la magia hasta en los rincones más recónditos. El don de la magia. El don de poder sentirme maga, cuando el resto, ni siquiera saben que los magos y la magia existen…

Patricia F.

jueves, 10 de diciembre de 2015

La noche más fría

Probablemente esta sea la noche
más fría de todas las de la tierra...
                                                           ... la mía.

Probablemente solo necesito
un poco de tu sonrisa
para darme calor,
un poco de tu mirada
para hacerme llorar,
un poco de tu piel
para poderte acariciar.

Probablemente, sin éxito,
te buscaré entre la gente
y no te encontraré
porque estarás demasiado lejos
o no demasiado cerca
o escondida
o terca.

Y no digo que no te piense
Y no digo que no me quieras
Solo digo que ayer tiritabas

Y hoy tengo frío entre las venas.

martes, 8 de diciembre de 2015


Para todos mis seres queridos y aquellos a quien aprecio, quiero que sepáis que cada latido de mi corazón es un TE QUIERO.

HIPNOTÍZATE

Hiptnotízate.
Sé tu propio infierno y
rompe las entradas al cielo;
aquel sitio es sencillo estudiarlo desde aquí abajo.
Desde donde nos perdemos
tratando de encontrarnos frente a un espejo.
Desde donde mordemos
en lugar de mordernos la lengua.
Desde donde ponemos nuestras vidas en espera,
si;
en espera de recibir la aceptación ajena.
Ignoramos que la palabra querer
es como intentar rellenar una prenda de talla XL
con un sentimiento vacío.
Vacío como nosotros;
mentes encarceladas,
libros cerrados,
miradas perdidas alumbradas por una pantalla...
Una pantalla deseosa de iluminar a jueces sin juicio.
Cuerpos sometidos a perfectas perspectivas
inconscientes de que la única perfección
ya viene de fábrica defectuosa.
Defectuosos como los vasos agujereados
que pretendemos colmar con gotas de agua turbia.
Como la necesidad de alguien que cree depender de una sonrisa forastera
para que sus días adquieran esperanza,
para que sus días no carezcan de sentido.
Y qué sinsentido nuestros pasos,
nuestros avances deseosos de hacer tropezar
ignorando que caminamos con los pies anclados.
Que nos miramos con los ojos cerrados,
demostrando que no hay mas muerto
que aquel decidido a vivir cansado,
influenciado.
Destinados a ocupar una lápida más,
a deshabitar un sitio menos.
A cubrirnos de polvo,
a hacernos polvo,
a malbaratar polvos.
Malgastar el tiempo y los contratiempos,
Haciendo del reloj nada más que tres agujas,
haciendo de nosotros nada más que mil complejos.
Complejos alimentados por el desconocimiento.
Por la manera de eludir a la muerte su tarea
de acercarse a nosotros
y ser nosotros quienes nos aproximamos a ella.
Quienes no somos útiles ni para reciclar
excepto que seamos capaces de disparar
con el corazón cerrado.
Cerrado como el asunto de jurar
continuamente con los dedos cruzados.
Cruzados como nuestros brazos
ante la situación de percibir un eco de quienes parecen suplicar ayuda
sin siquiera merecerla.
Incapaces de solfear todo el pentagrama
sin esperar que una ligadura nos haga sonar más fuerte,
ineptos a destacar como una breve corchea
sin creernos a posteriori ser la clave de sol.
Pues, por ser,
tan sólo somos absurdas historias
a la espera de que nos titulen.
Sin ser capaces de apretar el pedal olvidando capítulos arcaicos
ni dejar de perturbarnos por las pérdidas
en ved de hacerlo por abandonarnos.
Pero más absurdo es que,
quien haya escrito esto,
se de cuenta al finalizarlo

de que aún no se ha encontrado.

Aurora C.
Llega, me ilusiona y se va. Llega, me ilusiona y se va.
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio. Con pequeñas dosis de felicidad que me da y me quita. Todo a su antojo. Sin pensar en mí, sin importarle lo que siento. Qué egoísta ¿verdad?
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio. Siendo el juguete de una persona que me quiere a ratos. Siendo una más para su colección. Porque, joder, ella es guapa de cojones. Y lo sabe. Y yo sé que cualquiera se quedaría enganchado de sus rasgos, de su cuerpo... Eclipsa al sol y eso no lo hace cualquiera, Es guapa y lo sabe. Pero si la conocieseis entenderíais que es hermosa. Y que es difícil, que tan pronto es invierno como es verano. Y que es adictiva. Que engancha más que cualquier vicio. Si la conocieseis entenderíais que su físico es lo menos importante.
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio. Haciendo de colchoneta para que no se hunda y, al mismo tiempo, hundiéndome yo. Que tonta ¿verdad?
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio. Queriéndola con todo mi ser. Porque le prometí que la querría siempre, hasta el último día. El último día de qué o de quién. No sé. Solo sé que desde que la conozco no la he dejado de querer en ningún momento. Y mira que hemos tenido días malos y enfados. Pero sin ellos no seríamos lo que somos ahora. Nada. Y he seguido ¿por qué? No lo sé. Supongo que porque a las veces en las que me ha hecho sentir única les doy mucha más importancia.
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio. Sobreviviendo gracias a recuerdos. Sonriendo gracias a simples te quieros porque las personas necesitamos oírlos. Necesitamos que nos lo demuestren por miedo a que llegue el día en el que ya no lo sientas.
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio. Poniéndola de diosa para arriba. Es más, creo que los dioses se enfadan con ella cuando sale. Y los semáforos siempre se ponen en rojo cuando ella llega para poder admirarla.
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio. Olvidaros de todo, no eclipsa al sol, no es una diosa, no es tan especial. Es del montón. Un mortal más.
Llega, me ilusiona y se va. Y así llevo un año y medio. Convenciéndome de que es perfecta cuando no lo es. ¿Qué es la perfección? No lo sé. Pero estoy segura de que ella, no. Ella es imperfecta. No tiene el pelo larguísimo, no tiene ese hueco entre las piernas, no tiene unos pechos de escándalo ni unas caderas diminutas. Ella es imperfecta.
A estas alturas ya os habréis dado cuenta de que todo lo que he dicho no tiene demasiado sentido. Ella se lo ha llevado todo. Y, aunque ha vuelto a llegar y a ilusionarme, esta vez no he sentido el zoo en el hígado.
Y vuelvo a escribirla. No sé lo que le quiero decir. Quiero que venga siempre, que me ilusione y que se vaya si quiere, pero que vuelva después. Porque creo que nunca podré decirle adiós. Porque sé que hay miles de cosas en este mundo que me recordarán que la conocí. Que me enamoré como una estúpida. Que la quise como nunca quise a nadie. Que me arriesgué más de lo debido. Y que me quedé con las ganas de poder besar sus labios.
Quiero que llegue, me ilusione y se vaya. Porque no quiero olvidarla. Porque no sé por donde se empieza pero sí sé como termina. Acaba siguiendo mi vida sin ella. Y no quiero.

Así que si alguna vez os cruzáis con ella, decidle que vuelva a ilusionarme. Que vuelva. Que no me deje sola. Que todo está muy oscuro sin ella. Que no ha dejado de ser mi estrella. Que me sigue guiando. Que la sigo viendo. Que sigue brillando.

Decidle que la quiero.

Elena B.

MÚSICA...

Todo lo que me queda al final es la música, siempre. La música y mi gata.

Todos los días escucho música. Mucha música. Me pasaría horas y horas y horas y horas escuchando música.

Una canción y otra y otra y otra… o simplemente una que se repite y se repite y se repite…

La música es lo más bonito que he conocido después de mi madre y mi gata.
La música es yo. La vivo. LA VIVO. Es mi gasolina. Me apoya cuando ni merezco un abrazo, me abraza cuando es lo que necesito pero no quiero pedir. Me hace saltar cuando ni me puedo levantar. Es alguien que existe y no  a la vez, que cuando lloro está conmigo, nos tumbamos en la cama y me deja cerrar los ojos, me deja llorar mientras me sostiene para que no me hunda más.

La música me da fuerzas cuando ya no queda nada. Me saca más sonrisas que nadie.


De la música me sale todo. Somos ella y yo. Las dos a la vez.

La música es mi vía de escape, mi amor, mi todo, y todavía hay gente que se atreve a cuestionarlo.

Que lo deje, dicen. Que no llegaré a ningún sitio, que no valgo para ella…

¿Qué sabrán?

¿Qué sabré?

Nada.

La mayoría de seres humanos quieren encontrar al amor de su vida, sea rico o no, sea guapo o feo, se alto o bajo ¿no?

Pues yo ya he encontrado al mío, aunque suene muy cursi se llama Música, y ahora quiero estar con ella.