Éramos pequeños cuando nos conocimos, nos hicimos adolescentes juntos, y siempre fuimos amigos, y ya.
Pero, un día de verano, cuando teníamos 16 años, el 25 de agosto sucedió algo, algo que cambió nuestra amistad; nos enamoramos, y partir de ese día, cada mirada, cada sensación, me quedaba guardada como un sello de fuego en el corazón. Recuerdo nuestro primer abrazo como más que amigos, en aquella preciosa playa, mientras el sol de aquel hermoso atardecer bañaba con sus rayos anaranjados nuestros cuerpos.
Y, cuando íbamos a hacer tres preciosos meses, te fuiste, a aquella cuidad que cada vez que oigo su nombre me echo a llorar, te fuiste Barcelona, me dejaste con dolor, aunque yo lo sentía más.
Luego conociste allí a Sofía, aquella chica que te hacía mas feliz que yo, o eso parecía, debía de darte mas amor que yo... Pero sabía que esa relación no dudaría mucho más, sabía que todavía en tu corazón estaba escrito mi nombre, tuviste un par de novias, se te veía feliz, pero no lo estabas.
Mientras yo, sin poder tener ninguna relación con nadie, porque pensaba todavía en ti, como mi novio. En Barcelona, tu estabas hecho polvo, buscabas esa felicidad que yo te aportaba en cualquier cosa, pero nada te saciaba tanto como mi amor.
Después de un año entero, volviste, nos encontramos y nos dimos un caluroso abrazo, y estoy recordando esta preciosa historia, nuestra historia.
Y tu, aprendiste a no dejarme nunca más, por que descubriste que yo era la mujer de tu vida; y yo aprendí a no dejarte nunca jamás marchar.
Carmen Turiel
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