viernes, 13 de abril de 2012


El espíritu caminaba, se arrastraba,
volaba, fluía, se acercaba hasta mí
con mil formas diferentes desde cada lugar del paisaje.
Las rocas me hablaban con su voz,
el árbol bajo el que estaba sentado,
también me susurraba su aliento.
Desde el cielo, la hierba o el ocaso percibía al espíritu.
Dentro de mí mismo, también ahí estaba.
Todos decían al unísono el su ser
con la misma incomprensible voz
que se oye cuando se intenta escuchar el silencio.
No sé qué es, sólo sé que dice la Verdad.

Juan Fuertes Colom

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