Y un día y otro y otro y otro…siempre
igual. Otra vez la misma rutina, las mismas clases, las mismas caras, los mismo
pensamientos y los mismos deseos. El tiempo que no se detiene pero para ti es
como si lo hiciera, solo la aguja del reloj te indica que avanzas, que tu vida
corre, que no estás parado en un punto. Y de repente un día todo cambia, cambia
la rutina, las clases, las caras, los pensamientos y los deseos y entonces es
cuando empiezas a añorar tu pasado, a darte cuenta de que aquello que no te gustaba
es lo que ahora más echas de menos. Eres incapaz de enfrentarte al nuevo mundo
que se te presenta porque sigues anclado en el pasado, un pasado ya vivido, ya
extinto y al que no podrás regresar. Pero te empeñas en seguir recordándolo, en
seguir sintiéndolo como si fuera tu presente aunque está claro que no es así.
Hasta que un día eres capaz de levantarte y afrontar el presente, con esto no
hablo de olvidar el pasado sino tan solo de grabarlo en la memoria como si de
una película se tratar pero sin buscar los fallos del guión o de los actores.
Solo mirar hacia delante, seguir el camino sin detenerse, porque un solo paso
en falso por mirar hacia atrás puede hacer que caigas y te quedes parado para
siempre.
Lidia
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