jueves, 3 de mayo de 2012

Dulce y amargo


La vida es muchas veces dulce, otras tantas amarga… pero casi siempre no tiene un sabor predeterminado. Es como una laguna, un espacio en blanco dentro de nuestras sensaciones. Nosotros elegimos que sabor queremos que tenga nuestra vida. Podemos elegir el dulce sabor de una gominola que compraríamos en la tienda de chuches que está a la vuelta de la esquina o el sabor amargo de un café recién hecho en la cafetería que está en la otra punta de la ciudad. ¿Y qué elegimos? Claro está que dejándonos guiar por la razón elegiríamos lo más fácil y accesible, es decir, la gominola; pero ¿quién dijo que los humanos nos guiamos por la razón? Hay ocasiones, como esta por ejemplo, en la que nos dejamos llevar por la intuición y el riesgo. Todos los peligros que conlleva el atravesar la ciudad, los atascos, los pasos de cebra donde te pueden atropellar, la gente que se puede llevar antes que tú lo que quieres… y todo eso tan solo para conseguir un café que ni siquiera sabes si te gustará. Es probable que a veces lo tires nada más probarlo, pero otras te encantará y jamás querrás volver a separarte de él. Porque al fin y al cabo, ¡el café siempre se puede endulzar con azúcar!

Lidia

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