jueves, 7 de febrero de 2013

Era bien entrada la noche...


Era bien entrada la noche, no se oía ningún sonido fuera de  mi habitación ni siquiera el de tráfico siempre presente en las ciudades. Algo me había despertado en medio de toda esa quietud. Todavía eran las 3 de la mañana, decidí levantarme e ir al baño a echarme algo de agua en la cara, estaba demasiado sobresaltado sin saber el porqué de todo.
Abrí la puerta  y caminé por el pasillo, extrañamente era mucho más largo de lo que era normalmente, ¿era todo obra de mi somnolencia? Recorrí el pasillo para lo que a mí me dio la impresión de ser más de media hora hasta dar con la puerta del baño (o lo que yo creía que era la puerta del baño), de pronto noté un murmullo proveniente de detrás de la puerta y como esta vibraba al compás del sonido. Mas con curiosidad que con miedo pose la mano sobre el picaporte y lo hice girar. Di tres pasos y entré en esa habitación, de pronto todo se volvió blanco, un blanco impoluto, parecía hallarme en el infinito, pero de pronto pude discernir algo no muy lejos, unos puntos negros trotaban hacia una dirección concreta. Corrí para cortarle el paso a esos puntos, una vez estuve lo suficientemente cerca distinguí su aspecto, parecían pequeños diablillos, solo que parecían como si hubiesen sido dibujados a lápiz en este eterno fondo blanco, seguían correteando y parecía que todos ellos susurraban algo, como si fueran viento o marea. No me habían visto (o me habían ignorado) y corretearon hasta llegar a una especie de plaza en medio de la nada, en ella no había más que centenares de aquellas cosas, susurrando, brincando, moviéndose como si fuera un remolino viviente. Quería acercarme, contemplar ese macabro espectáculo desde más de cerca, que grave error fue…
De pronto el remolino cesó, los susurros se acallaron, y todo aquel centenar de diablillos se giraron y me empezaron a mirar con unos ojos huecos y completamente blancos, pareció pasar una eternidad, me había quedado sin respiración, se acercaron a mí hasta estar a escasos 10 metros de mí, se empezaron a arremolinar, se juntaron y se centraron todos en un punto enfrente de mí, mientras avanzaban mucho más lentamente que antes. De pronto, aquella marea se transformaba en otra cosa, en una unidad, mucho más grande. Era antropomorfa, con la cara blanca con unos ojos vacíos y una expresión de sorpresa o de miedo (recordaba vagamente al cuadro del grito), tenía unas extremidades desproporcionalmente largas junto a su cabeza que era grotescamente ovalada pero de trazos sencillos, ya que también parecía haber sido dibujado a lápiz, se sentó en una postura que le hacía recordar al de una araña y me empezó a contemplar con supuesta curiosidad.
Estaba aterrorizado, a pesar de que la criatura tan solo me miraba mientras bamboleaba suavemente su enorme cabeza, saqué valor y le decidí hablarle.
-¿Quién eres?
La criatura empezó a vibrar estirando su cabeza y profirió un grito desgarrador que retumbaba en aquel espacio, de pronto abrió grotescamente su boca provista de millares de dientes y se abalanzó contra mí.

Me desperté, seguía en mi cama, en la penumbra jadeaba por el sobresalto de aquella pesadilla, sin embargo respire profundamente y me repetía para mi adentros… solo una pesadilla…
Pero de pronto noté que algo no estaba en su sitio, encendí la luz y me acerque  a mi escritorio, estaba lleno de papeles escarabajeados con carboncillo sin embargo en esas trazas agresivas e irregulares se discernía una frase, ``Gracias por abrirme la puerta´´, y por el rabillo del ojo distinguí en el espejo de mi cuarto el reflejo de aquella monstruosidad que me había devorado en mi sueño, pasó fugazmente hasta desaparecer….
A veces pienso que liberé algo demasiado oscuro para un hombre…

Miguel Guimarey Lesmes

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