martes, 24 de mayo de 2011

Cierro los ojos...

Cierro los ojos. Suena "Logical Song". Miro la luz que se ama con las cortinas. Salgo por la puerta de mi pequeño apartamento de estudiante. Carola me espera en el primer banco que me cruzo. Con su sonrisa. Rápidamente atravesamos la calle artística de la ciudad. Montreal es preciosa hoy. Cuando llegamos a la plaza nuestros amigos empiezan a sacar los instrumentos de sus fundas. Agitando nuestra impaciencia y afinando nuestro nerviosismo nos reímos unos con otros mientras nos dirigimos al centro. Una vez allí y tras una última inspiración, cada uno extrae de su aparato, a cual más fascinante, los sonidos que, hermanados con el resto del grupo, crean la melodía. La belleza. La sublime unión casi sexual de la música. El himno de nosotros mismos. Rompemos el ruido de los paseantes con el sonido fruto de nuestra pasión juvenil. Cuando la música se acalla nos aplaudimos unos a otros con jolgorio, y arrancamos entusiasmo de mucho expectadores. El día avanza, y para celebrarlo Carola y yo cogemos nuestra querida furgoneta y conducimos hasta la cabaña que hemos construido en la profunda montaña, con los pinos y la luz que sus verdes hojas atraviesa. La madera huele bien. Desde el porche se pueden escuchar los pájaros y ver la constelación de las blancas margaritas sobre la hierba. En su interior nos cobijan montañas de libros. Grandes obras de grandes autores. Y un equipo de música, acompañado de nuestra colección de discos y vinilos de genios de la música de todas las épocas, desde Beethoven a Beirut. Me recuesto sobre un sofá, enciendo la chimenea y escucho "Casimir Pulasky Day", de Sufjan Stevens. Garabateo frases en papeles, invento palabras, adoro a dioses de mi imaginación. Cuando la noche deja caer su negra sábana de relucientes astros. Delicia de mi alma aún infantil. Carola y yo nos acercamos al viejo pub donde todas las noches nos reunimos los artistas, los pensadores, los locos y los soñadores para debatir y cantar a la anarquía, a la revolución, al arte, a la verdad, a la libertad, al amor y a toda la belleza.
La noche no acaba y las estrellas siempre parecen más hermosas.

Juan Fuertes Colom

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